sábado, 14 de marzo de 2015

Los amantes del London o pobres amores perros

Reseña publicada originalmente en Diario El Pilín



Cita destacada:

“- Lo mismo de siempre. Las mujeres echan a perder todo. La noche antes de embarcarme, me hice de una cabra. La tonta no me soltó en tres días.
-  Puchas la mala suerte, cumpa.
- Mala pues. Claro que la ñata era como azúcar para la cama. Pero a pesar de eso estoy arrepentido de mi flaqueza. Porque si la dejo entonces, llorando, con las patas al aire, esta es la hora en que no sé por qué mares ando navegando. Pensar que tuve la oportunidad de ver todos esos lugares bonitos que se ven en las películas de colores.¡La pura! Me da una rabia cuando pienso en lo tonto que fui… ¡Y me pasó por dármelas de caballero y no dejarla con todas las ganas, porque parecía que la tenían amarrada a la jetona!” (pág. 28)


Luis Conejo (1930-1992) cuentista, novelista y cineasta chileno, pertenece a la gloriosa generación de la literatura de bajos fondos que se caracterizó por retratar fielmente lo más decadente de nuestra sociedad. Aquellos “patipelaos” que vivían al día, donde el nombre no tenía tanta importancia como el apodo, y las penurias constantes eran cosa asumida.

Los amantes del London o también Los amantes del London Park relata la historia de amor (uno bien perro por lo demás) entre Pedro, un mecánico derrotado por el alcoholismo, condenado a trabajar en condiciones infrahumanas en la rueda de Chicago del London Park, porque el pobre diablo no puede hacer otra cosa; y Rosalía, una prostituta del puerto que atiende a marineros extranjeros en The Rolland Bar. Como ustedes podrán imaginar, es un amor condenado a la tragedia (no sé si griega, pero tragedia al fin y al cabo).

El escenario de la novela es el puerto de Valparaíso. Amigos entrañables, Pedro y Ruiz son un par de borrachos desencantados de la existencia, con un tedio constante que solo es aplacado por el vino que toman fiado en la cantina del italiano Don Paolo. En una de sus correrías apuestan a los caballos (extraña relación esa entre alcoholismo y ludopatía, si no, pregúntenle a Bukowski), la cosa es que ganan, se llenan los bolsillos de morlacos que obviamente no saben en qué gastar pero que en un instante de sano juicio planean invertir en una verdulería, aunque el otro prefiere una botillería (escenario pintoresco si pensamos que sería como poner al gato a cuidar la carnicería).

Pero nuestros héroes están lejos de cumplir tan loables intenciones. Siendo fieles a su naturaleza errática, junto a esos deseos irrefrenables de gozar una vida mejor, de la que han sido históricamente privados los de su clase, se gastan el dinero en ropa, alcohol, buena comida y prostitutas. Es en este pivote que Pedro conoce a Rosalía, queda prendado de ella, de su belleza, de su piel, y hace todo lo humanamente posible, dentro de sus miserables opciones, para poseerla. Aunque eso implique pagar un alto precio (en dinero y dignidad), dejando de lado los planes con su fiel y aperrado amigo Ruiz.

En una semana de juerga se gastan hasta los suspiros. Encerrados en una pieza de hotel, Pedro hace suya a Rosalía cuantas veces quiere, solazándose con su cuerpo y sus deseos de hembra. Por otro lado y para no ser menos, Ruiz se gasta lo propio con una amiga de Rosalía en las mismas condiciones. El plan de invertir el dinero en un negocio, en el que ellos podrían manejar sus tiempos sin sentirse esclavos de don Eustaquio, el miserable patrón del parque, quedó diluido en las botellas de vino (una vez más) junto al sudor de pobre manchando las sábanas entre tanto amor con precio de desengaño en aquel hotelucho con vista al mar.

Caen en la trampa de la soledad. Pedro hace el amor a Rosalía desenfrenadamente como si fueran los únicos seres humanos en este planeta. Rosalía siente que Pedro le ha penetrado algo más que su sexo y lo hace su hombre. Pedro se enamora perdidamente de ella. Sin mediar raciocinio alguno -solo las colegas prostitutas se desviven en advertencias “que ese hombre te dará mala vida”- se van a vivir juntos al rancho de Pedro en el London Park, con la esperanza de construir una vida mejor. Comieron perdices mientras duró el amor y el entusiasmo. Rosalía fregó los calzoncillos de Pedro, y éste dejó de tomar convirtiéndose en un hombre responsable. Pero no pudieron controlar su contradictoria naturaleza, Pedro, presa de su inseguridad y celos propios de la mentalidad machista de los bajos fondos, cae en actitudes que desencantan a Rosalía, el alcoholismo hace su resto convirtiéndolo en un hombre violento y posesivo. Este cúmulo de situaciones arrastran a la mujer a prostituirse otra vez, pero solo recibe el rechazo de los hombres al verla tan fea, flaca y desgastada… Dicen que los borrachos tienen mala mano, y ésta no fue la excepción.

El libro está lleno de anécdotas hilvanadas magistralmente en chilenismos que la gran mayoría conocemos. Pero ante todo es una novela de soledad, amor y desencuentro. Retrata verazmente, se evidencia el conocimiento de esos barrios y esas pobres gentes, y lo hace con una honestidad desgarradora propia de quien ha vivido y sufrido el ambiente del lumpen. Es una novela de fácil lectura, cortita, no supera las cien páginas, pero no por eso menos profunda describiendo la existencia y el sufrimiento. Un dato importante, el final es potente, pero algo abrupto lo que hace pensar que fue una novela mal lograda que pudo dar más, de hecho quedan cabos sueltos con respecto al destino de los otros personajes… el mismo Ruiz por ejemplo. Ahora, por supuesto no les contaré el final, porque la idea es que se motiven a leerlo.

Acá les dejo el link de descarga: Los amantes del London Park, como siempre gracias a la gentileza de los héroes de Memoria Chilena.

Autor: Luis Cornejo  (Stgo. de Chile, 1930-1992)

Idioma original: español (chileno)


Año de publicación: 1960

N° de páginas: 88

Novela

Valoración: Excelente, libro de culto.

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