Crítica literaria publicada originalmente en Bio Bio Chile
Francisco Aravena hace su debut literario
con esta novela que posee atisbos de thriller, facilísima de leer, a
ratos entretenida por la cantidad de datos que entrega, pero en
general tediosa donde el eje central es difuso en casi su totalidad,
y que toma algo de fuerza ya en la recta final, ofreciendo
dificultades en la construcción coherente de una historia que pudo
ser tremendamente emocionante.
La novela relata la vida de un personaje
real, Phineas Gage, un trabajador norteamericano de una empresa
ferroviaria, que es todo un ícono dentro de la historia médica de a
mediados del siglo antes pasado. Un caso de supervivencia
excepcional, porque este hombre pudo recuperarse tras un terrible
accidente laboral cuando su cráneo fue atravesado con su herramienta
de trabajo, una barra de hierro, perdiendo un ojo y parte de masa
encefálica. Desde ahí la vida de Phineas, evidentemente, ya no fue
la misma, y su personalidad tampoco. Las historias que se
construyeron alrededor de él, desde los comentarios de quienes lo
conocieron hasta los registros médicos de época constituyen en sí
una fuente enorme para levantar un mito alrededor de su corta vida.
Ese es el núcleo y desde ahí se desprenden los tentáculos de esta
historia que transita desde los intentos de rigor científico hasta
las supersticiones de las creencias populares atravesando el paso del
tiempo y el Pacífico.
Aravena organiza su novela en tres partes y
un epílogo. El puntapié inicial ocurre cuando el
narrador-investigador recibe un correo electrónico de un estudiante
secundario desde EE.UU. interesado en el caso de Phineas para un
trabajo escolar acerca de su permanencia en Valparaíso. Frente a la
imposibilidad de recabar información fidedigna de este hecho,
Aravena decide relatar una realidad novelada al establecer un
interesante paralelo temporal entre Gage y el doctor Manuel Antonio
Carmona, el mismo médico tratante de la endemoniada de Santiago.
“Damasio básicamente hacía un resumen del caso: el curioso accidente en Cavendish en 1848, la atención del doctor Harlow, su asombrosa recuperación, sus secuelas. Luego leí el párrafo que desataría todo.Gage partió a Sudamérica. Pudo haber trabajado en establos de caballos, y en algún momento fue conductor de diligencias en Santiago y Valparaíso. Se sabe poco más de su vida de expatriado, excepto que en 1859 su salud se estaba deteriorando” (pág. 22)
Desde ahí, hasta la página 260, la novela
transita en un errático zigzagueo entre capítulos que relatan por
separado la vida de Phineas, su milagrosa recuperación, su
presentación en la sociedad médica junto al doctor Harlow, para ser
prácticamente utilizados por el egocéntrico doctor Bigelow:
“Phineas, ya lo sabía él, no
era un hombre sencillo de acompañar, mucho menos tomar
responsabilidad por él, y los distinguidos médicos de Harvard lo
habían decepcionado, hasta ese momento, con una recepción menos que
fría, cargada de un paternalismo algo elitista, mirando a su
paciente, a su caso, al hombre cuya vida él mismo había rescatado,
como una mera curiosidad circense” (pág.
121); y la vida del doctor chileno Manuel Antonio Carmona, su periplo
como cirujano en el Ejército Restaurador del Perú, su interés por
la frenología, su amistad y camaradería con Sazie, su intervención
en el caso de Carmen Marín, la endemoniada de Santiago, como una
forma de imponer la verdad científica contra el oscurantismo
religioso y superstición popular. Es mas, si establecemos un
sencilla comparación, la construcción de los personajes es
desigual, Aravena, desatiende la oportunidad de describir a un
Phineas Gage extraordinario, centrando su esfuerzo en diseñar a un
despampanante Carmona, lleno de vitalidad y lucidez. Como mencionaba,
recién en la página 260 coinciden las vidas de los dos
protagonistas cuando Phineas llega a Valparaíso contratado como
cochero de una diligencia por el talento extraordinario que tenía
para cuidar y manejar a los caballos. En rigor, los encuentros entre
ellos se reducen a no más de tres, donde Carmona en su afán
investigador, intenta infructuosamente, establecer un vínculo con
Gage para ganar su confianza y poder observarlo con mayor
acuciosidad, hecho que por cierto no ocurre porque la personalidad de
Phineas es impredecible, a ratos retraída, a ratos violenta. Las 130
páginas restantes de las 380, y me atrevo a decir restantes, aluden
a correspondencia, relatos de descubrimientos científicos (como el
éter, que es sencillamente maravilloso, una perla dentro del libro),
descripciones de episodios paralelos de la vida de ambos y episodios
del presente con personas interesadas en el caso, que el autor
sencillamente no sorteó con buen puerto, disminuyendo
sustantivamente la posibilidad de congruencia, cambiando el tiempo
abruptamente entre capítulos lo que jugó en contra al quitarle
profundidad, riqueza y belleza textual.
En síntesis, La vida eterna de Phineas
Gage, no logra salir a flote. Es una novela fallida, que relega su
planteamiento primigenio a una dimensión tan desconocida como la
propia mente de su protagonista: la posibilidad auténtica de
obsequiar trascendencia y majestuosidad a una historia formidable y
un personaje inigualable.
La vida eterna de Phineas Gage
Francisco Aravena
Ediciones B
Santiago de Chile, 2015
390 páginas
ISBN 9789563041958
Novela
Valoración: solo para los amantes de la
novela histórica y best seller
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